EDUARDO GIL, BUENOS AIRES 1948
Comentario sobreEsqueletos - Hospital de Psiquiatría Dr. Borda
Desde los calotipos de mujeres internadas en el asilo de Surrey, Inglaterra, producidos por el psiquiatra y fotógrafo Hugh Welch Diamond a mediados de siglo XIX (1) y pasando por la célebre Iconographie Photographique de La Salpêtrière realizada bajo la dirección del neurólogo Jean Martin Charcot (2), la fotografía fue uno de los instrumentos empleados en la aspiración por hacer visibles e inteligibles las enfermedades mentales. Luego, con otras pretensiones y bajo diferentes formas, la fotografía ha mostrado durante todo el siglo siguiente un gran interés por los trastornos psiquiátricos y la vida en las instituciones dedicadas a su tratamiento. El tema interesó particularmente a los fotógrafos vinculados a la fotografía humanista que, desde la década del ’30 y por varias décadas, se volcaron a él desde una visión global que tendía a testimoniar la vida y dignidad humanas y a activar la conciencia y empatía de los observadores.
En su búsqueda por dar visibilidad a estas personas que la sociedad tiende a ocultar e ignorar, este trabajo de Eduardo Gil enraíza en esa tradición humanista, combinándose con la idea bressoniana del “instante preciso”. Entronca, asimismo, con una concepción clínica de estas patologías y su tratamiento que ha llevado, en los últimos años del siglo XX, a la organización de actividades como formas de capacitación y socialización para los pacientes de los centros neuropsiquíatricos. En este marco, y luego de enterarse de las sesiones de proyección de películas en el Hospital Borda, Gil organizó un taller de fotografía para los internos, el cual llevó adelante entre 1982 y 1984. A su vez, al poco tiempo él mismo comenzó a hacer fotos allí, algunas de las cuales se hallan en la colección del MNBA. Muchas de ellas son retratos individuales en los que Gil evita mostrar la degradación física y mental para focalizar, en cambio, sobre las carencias afectivas y el desamparo de los internos.
Esqueletos es una pieza particular de esta serie pues no es un retrato ni una escena de la vida cotidiana en el centro psiquiátrico sino un episodio puntual durante algún tipo de festejo. A través de él, el fotógrafo logra referir el abandono al que las familias y la sociedad someten a sus enfermos. Disfrazados de muertos, dos integrantes de un grupo teatral estaban recorriendo un edificio fuera de uso cuando Gil, circulando también por ese lugar que pronto sería demolido, los vio y disparó su cámara (3). Dos figuras esqueléticas y fantasmales nos observan desde el vano abierto de un edificio sin vida. Parece una escena de un mundo post apocalíptico. En el mundo sin metáfora de las instituciones psiquiátricas, Gil obtiene una imagen que alude al apocalipsis personal y social que es la locura. Es un mundo otro que desde esas máscaras nos mira de frente.
Como el mismo fotógrafo lo dijo, esta imagen conecta distintos aspectos de su obra: la locura, las máscaras y la muerte, la cual aparece sobre todo en su ensayo sobre los cementerios latinoamericanos. Esqueletos representa una suerte de epílogo de la serie sobre el Hospital Borda, a la vez que dio inicio al trabajo que se reuniría en su libro (argentina) que consiste, en sus propias palabras, en la búsqueda de una metáfora de la Argentina desde el fin de la dictadura militar hasta el año 2000.Verónica Tell
En su búsqueda por dar visibilidad a estas personas que la sociedad tiende a ocultar e ignorar, este trabajo de Eduardo Gil enraíza en esa tradición humanista, combinándose con la idea bressoniana del “instante preciso”. Entronca, asimismo, con una concepción clínica de estas patologías y su tratamiento que ha llevado, en los últimos años del siglo XX, a la organización de actividades como formas de capacitación y socialización para los pacientes de los centros neuropsiquíatricos. En este marco, y luego de enterarse de las sesiones de proyección de películas en el Hospital Borda, Gil organizó un taller de fotografía para los internos, el cual llevó adelante entre 1982 y 1984. A su vez, al poco tiempo él mismo comenzó a hacer fotos allí, algunas de las cuales se hallan en la colección del MNBA. Muchas de ellas son retratos individuales en los que Gil evita mostrar la degradación física y mental para focalizar, en cambio, sobre las carencias afectivas y el desamparo de los internos.
Esqueletos es una pieza particular de esta serie pues no es un retrato ni una escena de la vida cotidiana en el centro psiquiátrico sino un episodio puntual durante algún tipo de festejo. A través de él, el fotógrafo logra referir el abandono al que las familias y la sociedad someten a sus enfermos. Disfrazados de muertos, dos integrantes de un grupo teatral estaban recorriendo un edificio fuera de uso cuando Gil, circulando también por ese lugar que pronto sería demolido, los vio y disparó su cámara (3). Dos figuras esqueléticas y fantasmales nos observan desde el vano abierto de un edificio sin vida. Parece una escena de un mundo post apocalíptico. En el mundo sin metáfora de las instituciones psiquiátricas, Gil obtiene una imagen que alude al apocalipsis personal y social que es la locura. Es un mundo otro que desde esas máscaras nos mira de frente.
Como el mismo fotógrafo lo dijo, esta imagen conecta distintos aspectos de su obra: la locura, las máscaras y la muerte, la cual aparece sobre todo en su ensayo sobre los cementerios latinoamericanos. Esqueletos representa una suerte de epílogo de la serie sobre el Hospital Borda, a la vez que dio inicio al trabajo que se reuniría en su libro (argentina) que consiste, en sus propias palabras, en la búsqueda de una metáfora de la Argentina desde el fin de la dictadura militar hasta el año 2000.Verónica Tell
Entre el 82 y el 84, durante casi tres años, hice un taller de fotografía para los internos del hospital Borda. De hecho estetaller es el antecedente de mis actuales talleres de estética fotográfica. Al tiempo iniciarlos, empecé a sacar la cámara y a tomar fotografías de los internos. Los conocía por el nombren y ellos me conocían a mi. Desde el principio tuve clarísimo que no me interesaba hacer la típica foto manicomial de la gente degradada y comiendo de la basura, sino mostrar seres humanos carentes de amor y olvidados por la sociedad. Después, volví esporádicamente. Durante esos tres años fui, mínimamente, una vez por semana. Esta foto en particular es del 85. La tomé en una de las celebraciones, no me acuerdo si fue el día de la primavera o una de esas fechas en que va gente que se disfraza, actua, etc. Esta hecha en las instalaciones que ahora están demolidas, en la parte de adelante del Borda, a la que no se podía entrar por cuestiones de seguridad. En aquel momento allí vivía gente de todo tipo, gente marginal, los que estaban dados de alta que no tenían forma de vivir fuera del hospital yvolvian allí a la noche, etc. Me crucé con dos muchachos que andaban recorriendo también esas ruinas. Eran de uno de los grupos teatrales, no eran internos. La cosa era muy surreal. Yo iba también deambulando. Cuando los vi, les grité que se quedaran quietos, nos separaba el hueco de una especie de aire y luz. Levanté la cámara, hice dos tomas y los flacos se fueron. Así de simple, fueron dos disparos con la última colita del rollo.
ResponderEliminarEra una etapa netamente Bressoniana en mi trabajo. Fotografiaba en blanco y negro. Ademas del documento testimonial yo andaba buscando equilibrio, forma, el momento preciso. Para muchos críticos esta imagen es un resumen de mi trabajo en aquel momento. Decían que mis temas eran la locura, las máscaras y la muerte y en esta foto se juntan las tres. También es paradigmática porque inició un proceso de trabajo de quince años (1985-2000) que culminó en un libro de mi autoría llamado (argentina), así, con minúsculas y entre paréntesis.
www.clarin.com 18-7-2014-www.eduardogil.com