viernes, 6 de enero de 2017

HENRI ROUSSEAU avec ERIK SATIE•*¨*•♫

2 comentarios:

  1. 17 de de mayo de 1866, Erik Satie nació en Honfleur. Un siglo y medio más tarde, su música y sus escritos revelan una personalidad única en el mundo de la música. Un "señor precursor", como le gusta llamar a su amigo Claude Debussy . Una vanguardia que inspiró a sus contemporáneos, tanto en la música y en las artes.

    Sus primeros encuentros artísticos se remontan a finales del siglo XIX. Erik Satie luego cabarets frecuentes incluyendo Gato Negro donde conoció a Verlaine, Mallarmé, Maupassant ... o librería de arte independiente que se encuentran Huysmans, Redon o Toulouse-Lautrec.

    Indiferente frente a los grupos de reflexión artísticas que se encuentran en ese momento, Erik Satie se pregunta a menudo por artistas e intelectuales para llevar el surgimiento de la nueva música. Un fenómeno que continuará hasta el final de su vida ya la que siempre seguirá siendo muy remota.

    Satie y artistas: una inspiración de dos vías

    Inmerso en el corazón de los problemas artísticos de la época, la obra de Satie se convierte en una fuente de inspiración para los artistas. El joven Marcel Proust , entonces desconocido, escribió un pastiche de Flaubert titulado Mundanalidad y melomania Bouvard y PERUCHET. Un texto que cita a Erik Satie (también poco conocido), así como los compositores populares como Gounod, Verdi o Wagner.

    Si la obra de Satie inspiró el compositor también se basa en los recursos de otros artistas. Para deportes y entretenimiento , por ejemplo, se asoció con el artista Charles Martin y creó un álbum en tres dimensiones que combinan música, textos (escribe) y dibujos.

    Con esta apertura en el mundo del arte, Erik Satie causa reuniones fructíferas. Durante la guerra, su amigo Blaise Cendrars la organización de un festival, instantáneo musical de Erik Satie , con conciertos y una exposición de pinturas de Picasso, Modigliani y Kisling. Jean Cocteau va al evento y tiene la intención Tres piezas en forma de pera jugados por Satie intérprete favorito, Ricardo Viñes .Euvo un romance con Suzanne Valadon, pintora. En este blog el 23 de abril de 2015

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  2. CONTRATAPA
    Los monos de Rousseau





    Por Juan Forn
    Picasso no permitía que nadie en su presencia se considerase más moderno que él, salvo El Aduanero Rousseau, que un día le dijo: “Somos los dos más grandes pintores vivientes, yo en lo moderno y tú en lo primitivo”. El Aduanero tenía entonces setenta años y Picasso veintipico, ambos exhibían obra cada año en el Salón de los Independientes (ese caótico artefacto inventado por los impresionistas para darle la espalda a la Academia: bastaba pagar la cuota para poder exhibir), pero la obra de Picasso era la más esperada y comentada mientras que la del Aduanero era incluida como un chiste. Dia-ghilev y Cocteau y Gertrude Stein tenían cuadros de Picasso colgados bien visibles en sus salones cuando recibían invitados. Los animales de la selva pintados por Rousseau, en cambio, iban a parar al cuarto de los niños en las casas de panaderos, pescaderos y verduleros de Montmartre, que le daban productos al fiado al Aduanero.

    Todos conocemos la historia de Rousseau tal como la contó Apollinaire: el hijo de la pobreza que no terminó la escuela y fue a parar al ejército (por robar diez francos en estampillas a un abogado al que le hacía mandados), con el que partió hacia México a defender a Maximiliano y luego a la guerra contra Prusia y luego, por los servicios prestados a la patria, recibió un puesto como inspector de provisiones en uno de los accesos a París (de ahí el apodo de Aduanero), donde empezó a pintar sus cuadros en sus ratos de descanso, hasta que un paisano suyo, el joven Alfred Jarry, se lo llevó a Montmartre, y allí se convirtió en un personaje del barrio, por los increíbles cuadros que pintaba (Apollinaire: “Las escenas que pintas las viste en México / un sol rojo ornando la frente de los bananos”) y por las increíbles fiestas domésticas a las que convocaba con invitación primorosamente escrita a mano (en la tarjeta anunciaba el menú, que solía ser una olla de ragú y un par de damajuanas de vino, y el repertorio que tocaría al violín, que parecía consistir de viejas canciones aprendidas en su infancia pero que en realidad habían sido compuestas especialmente para cada invitado, en los días previos a la velada).

    Con el tiempo se supo que el Aduanero nunca había pisado México, que el lugar más exótico que conoció fue el invernadero del Jardín Botánico de París y el pabellón de animales disecados del Museo de Ciencias Naturales: de ahí vienen sus lujuriosas selvas y fieras y faunos y flores. Con el tiempo se supo también que, al llegar a Montmartre, Rousseau venía de ver morir a sus dos esposas y a todos sus hijos (menos una, que moriría poco después). El Aduanero que conoció el mundo, el delirante angelical que pintaba como niño y cantaba canciones de niño al violín en esas fiestas que parecían para niños, era un hombre que venía de sufrir esa terrible cadena de eventos. Según la definición habitual, Rousseau alcanzó la tercera edad sin salir de la infancia. Yo creo más bien que decidió vivir, una tras otra, las infancias que les fueron vedadas a sus hijos.

    De una u otra manera, con el tiempo se hizo evidente que el Aduanero era un original, una de esas piezas únicas que irrumpen de tanto en tanto en el mundo del arte, alguien que no es hijo de ninguna escuela, de ninguna corriente, salvo de sí mismo: alguien que iba suavemente por un camino que nadie compartía con él y cuyas reglas de marcha desconocía, alguien capaz de lograr cincuenta tonos distintos de verde en un cuadro, de pintar la selva como si estuviese iluminada desde adentro. Diez años después de su muerte, cuando sus cuadros fueron rescatados de las casas de pescaderos.


    (...)
    |7 de mayo de 2010.www.pagina12.com.ar

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