martes, 21 de marzo de 2017

La Niña Santa | Trailer | Mastered by GOTIKA

4 comentarios:

  1. Julia Margaret Cameron está considerada como una gran excéntrica de la fotografía. Nació en Ceylan el 11 de Junio de 1815 en Calcuta (India), en el seno de una familia de diez hermanos. Hija de escocés y francesa pertenecientes a la sociedad bengalí fue educada en Francia hasta los 19 años, donde regresó de nuevo a la India.

    A los 21 años conoció a Sir John Herschel, quien más tarde implantó los términos "positivo, negativo y fotografía", y autor del descubrimiento de las propiedades del tiosulfato de sodio como fijador de las sales de plata. Sir John Herschel actuó a veces como el asesor fotográfico de Cameron.

    Fotografía de Julia Margaret Cameron

    Casada con un hombre veinte años mayor que ella, excelente jurista y plantador de té, vivió en la India hasta los treinta y tres años, depués se trasladó con toda su familia a la Isla de Wight, en Inglaterra.

    Julia Margaret Cameron tuvo seis hijos y otros adoptados, por este motivo vivía en un gran caserón, que siempre se encontraba lleno de poetas, artistas y científicos de la época victoriana.

    En 1863, cuando contaba ya con cuarenta y ocho años y a causa de un viaje de su marido, su hija la regaló una cámara para paliar la soledad por su ausencia. Este hecho tuvo un fuerte impacto en Julia que la hizo dedicarse plenamente a la fotografía.

    Armada con esta primera cámara fotográfica (construida en madera con un objetivo de la marca Jamin), un equipo de revelado y gracias a la asistencia de John Herschel, en pocos meses domino el proceso al colodión.

    Kiss of piece

    Transformó y adaptó una carbonera de la casa en un improvisado laboratorio y un cuarto de niños en su estudio. Se dedicó a realizar fotografías, retratos en su inmensa mayoría, de sus familiares, amigos, criados,... obligándoles en muchas ocasiones a posar largos períodos de tiempo, debido a las investigaciones que solía llevar a cabo con la luz y las placas.

    Tuvo una gran inspiración en pintores románticos de la época para realizar sus alegorías, muchas de ellas de ámbito religioso, que causaron gran admiración en sus convecinos, recibiendo grandes felicitaciones por sus interpretaciones.

    Henry, uno de sus tres hijos abrió un estudio fotográfico en Londres. Margaret Cameron falleció en 1879.

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  2. Su cine está al fondo de un cambio de paisaje en el cine latinoamericano de los últimos diez años y sin su nombre es imposible comprender que significó el fenómeno del Nuevo Cine argentino. Así también su obra ha hecho correr mucha tinta desde distintas aristas de la crítica, suscitando un interés inaudito en un circuito que va de los festivales de cine a la academia. A su haber con tres largometrajes, cada uno compuesto de un mundo complejo narrativa, temática y estilísticamente, con las huellas de lo que se ha señalado como parte de una triología fílmica compuesta por La ciénaga (2001), La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008): el mundo del interior salteño, familias en descomposición, una mirada crítica a la clase media argentina, todo abordado de forma diagonal y sutil por una puesta en escena de mirada y escucha siempre aguda.

    Etiquetas aparte, y a la espera de su nuevo filme, Lucrecia ha desarrollado durante los últimos años un intenso trabajo formativo en distintos laboratorios de desarrollo de proyectos, charlas y workshops. Fue en uno de ellos donde pudimos encontrarnos, durante Australab Tres Puertos desarrollado al alero del Festival de cine de Valdivia. Sobre sus charlas y sobre su cine es de lo que pudimos conversar en el momento que nos regaló. Agradecemos a Erick González por el apoyo que nos otorgó para que este encuentro se realizase.

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  3. A esta altura, todo el mundo sabe que La niña santa, la última película de Lucrecia Martel, participará de la competencia oficial en el próximo Festival de Cannes. Pero ella le da la importancia justa. “Me da mucha sospecha cuando el ‘qué me pongo’ ocupa un lugar importante en mis preocupaciones. Ahora estoy en frío con todo, después será emocionante o por lo menos atractivo. Los franceses son muy particulares, y si eligieron la película es porque les gustó. No aceptan presiones. En ese sentido me halaga muchísimo.” ¿Y fantasea con ganar? Para nada. “Si fueran todos famosos y yo la única desconocida, creería que tengo chance. Pero hay mucha gente nueva. Es notable que Cannes haga eso: quieren recuperar la libertad de la narrativa cinematográfica y no se van a dejar avasallar por el mundo norteamericano. Que haya tantas películas no famosas le quita glamour al festival, pero le agrega mucho narrativamente. Estoy convencida de que esta situación hubiera sido imposible sin la guerra, sin la posición francesa frente al conflicto de EE.UU con Irak.”
    Entonces, si se toma Cannes con tanta tranquilidad –pese a que todavía no sabe qué va a ponerse para desfilar por la alfombra roja–, ¿qué le preocupa? Sencillamente que la película guste, y que se reconozca el increíble trabajo de los actores: Mercedes Morán en su plenitud (“Toda una diva del cine: la única después de la Borges”); las chicas, María Alché y Julieta Zylberbger, hermosas y en interpretaciones enormes; la contención y profesionalismo de Carlos Belloso y Alejandro Urdapilleta, lejísimos, ambos, de cualquier registro “intenso”. Lucrecia, a los 37, está conforme con su película, agradecida a la producción de Lita Stantic y los hermanos Almodóvar, que no se metieron jamás con su visión artística. Y a pesar de los reconocimientos por anticipado, está nerviosa antes del estreno. Aunque la fuerza de su excelente película debería apaciguarla.
    La niña santa comienza con una joven hermosísima que se emociona mientras canta un tema religioso. Es la coordinadora de un grupo de reflexión católica en una parroquia; está rodeada de adolescentes, y dos de ellas, Amalia (Alché) y su amiga Josefina (Zylberbger), cuchichean sobre los rumores sexuales que rodean a la catequista. Amalia vive en un enorme hotel salteño junto a su madre (Mercedes Morán) y su tío (Alejandro Urdapilleta); allí se convence de que ha recibido el llamado de Dios para cumplir su papel en el plan divino, justo cuando se instala en el hotel un congreso de otorrinolaringólogos. Uno de los médicos, Jano (Carlos Belloso), roza sexualmente a Amalia en la calle, en medio de una pequeña multitud que se reúne a escuchar las resonancias entre cómicas y tenebrosas de un thereminvox (el primer instrumento electrónico de la historia, invento de un científico-músico ruso). Y es entonces cuando Amalia decide que el acechador Jano será el hombre a salvar, la criatura a la que debe arrancar del camino del pecado.
    Los mundos privados, el deseo que fluye y se cruza entre los personajes, los rumores y los secretos, la coincidencia de lo místico y lo erótico, las familias vagamente incestuosas, las apasionadas amistades adolescentes... De todo eso trata La niña santa, una película llena de tensiones subterráneas, tan personal y tan Martel como La ciénaga. La niña santa es una película de sensualidad latente, un mundo a punto de estallar, una caldera que bulle en el calor salteño, reforzada por los baños termales de la increíble locación, el antiguo Hotel Termas de Salta.
    ¿Cómo encontraste el hotel?
    –Yo iba ahí cuando tenía 8 o 9 años, alrededor de 1974. Se terminó de construir en 1896 y tuvo un período de esplendor con la aristocracia argentina de principios de siglo; incluso tenía joyerías y un casino.

    .(...)
    www.pagina12.com.ar mayo de 2004-Mariana Enríquez

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  4. ¿A partir de qué construiste el misticismo de Amalia?
    –En ella confluyen cosas de amigas del colegio que tenían trastornos místicos. Había una en particular que inventaba pequeños mundos, procedía de acuerdo con eso y parecía muy misteriosa porque inventaba juegos en los que involucraba a más gente. El ámbito donde vivía era muy parecido al del hotel, tremendamente lúgubre. Lo que más me importaba del carácter de Amalia es lo que para mí tiene de interesante el misticismo religioso católico, que no es la parte estúpida de la autoflagelación sino una parte muy anárquica que es la potencia de sentirse conectado directamente con lo divino. La adolescencia es un hermoso momento para la pasión extrema. Fue bárbaro encontrar a María y Julieta, porque son una combinación ideal, y creo que sus rostros tienen algo bíblico. María tiene algo raro: cuando mira naturalmente, de frente, tiene una raya blanca debajo de los ojos: ésa es la imagen general de la adoración. Es algo hierático, como las pinturas del Giotto, entre el arte religioso y la pintura palaciega. Julieta me parece la versión más investigadora, posterior, donde hay una tentativa de rescatar la fisonomía del pueblo hebreo en intentos más documentales.
    Otro tema recurrente es el de la circulación del deseo en la familia. En La niña es bastante peculiar la relación de Helena y su hermano: ambos duermen en la misma cama con Amalia...
    –Estoy marcada por la experiencia de una familia numerosa y por la idea del espacio privado que puede ser invadido sin mala intención: así es cuando viven muchos en una casa, y hay que aprender a lidiar con eso. Lo que me gusta es algo que, dicho, suena espantoso: me atrae la sensualidad interna de la familia. Hay deseos incestuosos que fluyen en la familia y son lo más normal del mundo: es propio de dos o tres personas juntas. Son cosas difíciles de decir, porque parece que propongo que todo sea un viva la pepa; pero tampoco estoy de acuerdo con que sea tan terrible. Me parece que es una posibilidad más de lo humano.
    La niña santa no es una película sobre el abuso,
    y el hombre que comete la transgresión, Jano,
    no está estigmatizado.
    –No es un monstruo. Los monstruos, en verdad, son dispositivos que se pueden armar y desarmar: pesan sobre las personas, no salen de adentro. Como si fueran prótesis. Además, apoyar sexualmente no es para tanto, no es una violación; es algo tan cercano a una experiencia sexual infantil que era vital intentar que eso no se perdiera en el personaje. Jano es una especie de niño agigantado que no puede manejar todo.

    El tembladeral
    ¿Te molestó que La ciénaga fuera leída como una
    película alegórica?
    –Creo que a veces las circunstancias históricas llevan a ciertos errores de lectura. No me preocupa, pero en su momento tuve que defenderme de la metáfora y la alegoría. La niña... va a iluminar a La ciénaga, porque el punto crucial sobre el que todas las demás preocupaciones se organizan en mi vida por suerte es muy sencillo: me preocupa el desamparo divino. Me pasó directamente. Cuando hay un universo organizado con un sino, con un plan divino, tratás de creer; cuando se acaba, quedás en el desamparo divino. Y aunque la palabra desamparo parece triste, es una situación fabulosa porque el mundo se transforma en algo que puede ser infinitamente diverso, con muchísimos caminos. Te libera. El desamparo divino es una idea muy positiva. La ciénaga y La niña santa tratan de universos donde todavía no se acepta el desamparo. Cuando uno doblega su voluntad es porque se la ha cedido a otro, y en un mundo donde el orden es preexistente, uno se la ha cedido a la divinidad. Cuando ese orden desaparece, te vuelve la responsabilidad y la voluntad tiene muchísimo valor. En mi opinión, a La ciénaga le hicieron una lectura muy negativa. Puede que esos personajes estén en una situación negativa, pero no es generalizable. Era un mundo que tenía que quebrarse. Y La niña santa termina antes de ese quiebre. La ciénaga era más existencial, La niña santa es más moral(...)

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