VÍCTOR GRIPPO
Analogía I
Víctor Grippo inició en 1970 su serie de Analogías o las “papas con el cablerío” – como las llamaba coloquialmente– con Analogía I, un circuito de papas colocadas en casilleros individuales de un tablero de madera, conectadas entre sí a través de “una pequeña operación electroquímica: introduciéndole dos electrodos, uno de cobre y uno de zinc, a cada papa. Se obtiene así corriente eléctrica de cada una de ellas, las cuales, ligadas entre sí, producen una cantidad de corriente continua sumada, que es medida con un voltímetro para cuantificar exactamente esa corriente en producción” (1). El mecanismo mide la energía sumada por los tubérculos y constituye una demostración empírica de su capacidad energética.
El artista concibió la obra entre 1970 y 1971, y así dató las distintas materializaciones de la misma (se han rastreado siete) (2), que realizó con ligeras variaciones para diferentes circunstancias: una exposición determinada o bien su inclusión en una colección, como es el caso que aquí nos atañe. Esas materializaciones múltiples van en detrimento del mito de la “originalidad” y la “unicidad” de la obra de arte. Esta historia compleja permite vislumbrar la apuesta crítica de Grippo para quien la obra radicaba claramente en el concepto. En la realización aquí consignada se mantienen las cuarenta celdas divididas en dos sectores de cinco columnas y cuatro filas cada uno. En el centro se ubica el voltímetro, igual que en la primera realización de la obra (seguramente destruida), aunque se agrega el texto titulado “Analogía I” en el que –de nuevo en dos columnas– se contrastan las acepciones de papa y conciencia. Otra de las materializaciones (seguramente la segunda, que también se conserva en el MNBA bajo el inv. 8040, donada por el artista en 1975) es más pequeña aunque la disposición general es la misma: tiene solo 24 casilleros también divididos en dos columnas. Dos realizaciones más de la obra han sido incorporadas a colecciones privadas extranjeras. La Fundación Víctor Grippo de Arte y Cultura conserva por su parte una copia de exhibición, y Nidia Olmos, viuda de Grippo, otra más, esta con el texto y el título en inglés (preparada así para su itinerancia europea), en la que el voltímetro se ubica en el lateral izquierdo y el texto en el derecho.
Luego de su primera exposición en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Analogía I fue parte, en el mismo año 1971, del frustrado envío que Jorge Glusberg promovió a la XI Bienal de San Pablo, finalmente suspendido ante las protestas internacionales contra la dictadura brasileña.
En 1977, Grippo reelabora la obra con un formato y una disposición radicalmente distinta, y la titula Analogía I. Segunda versión: cubre una mesa y una silla con una montaña de papas conectadas por cables a un voltímetro. Al reemplazar de este modo el tablero con celdas, la disposición de las papas elude cualquier formalismo y –dada la mayor cantidad de tubérculos– la comprobación científica del caudal de energía resulta mucho más evidente. Este nuevo formato se exhibe en varias ocasiones, en algunas de las cuales el artista agrega una pequeña tarima de base y un mantel de tela blanca. La “segunda versión” integró el envío argentino que recibió el Gran Premio Itamaraty en la XIV Bienal de San Pablo de 1977.
Es a la experiencia del receptor donde apunta la analogía, que se concreta al constatarse la energía que guarda latente cada papa. Resulta incontrastable que la sumatoria del conjunto genera un caudal de corriente capaz de provocar una transformación. La ampliación de la conciencia no se restringe a la información (quizás ignorada previamente) de que (incluso) la papa produce energía. Más bien, señala Grippo, “lo que tiene que producirse es una modificación en la reflexión del espectador, ya que intento elevar el tono general de las cosas simples no abstractizándolas, sino jerarquizándolas” (3). Para lograrlo, no inviste de nuevos atributos (exóticos) al objeto cotidiano sino que visibiliza aquello que ya porta pero queda habitualmente oculto ante la mirada corriente: “Debemos reparar en lo que no se ve de ellos [los objetos cotidianos]. […] La materia prima está por todos lados, a la vista, y sin embargo descubrirlo es lo más precioso, porque se descubre la forma” (4).
Algunos autores, entre ellos Jorge Glusberg (5), señalan que la analogía entre la papa y la conciencia se sostiene en la equiparación entre el tubérculo y el cerebro (en cuanto órgano de la conciencia), lo que podría remitir a la tradición de las culturas andinas prehispánicas de ensayar en papas la operación de trepanar cráneos. Incluso, en dichas culturas la papa se representaba mediante figuras de arcilla con rasgos humanos. Elsa Flores Ballesteros lee en la elección de la papa –más allá de la cita al pasado precolombino– “la generación ‘pobre’ y simple de energía autosuficiente, la propuesta en clave de una liberación productiva del subcontinente impregnan la obra de Grippo de un regionalismo críticamente asumido” (6).
Analogía I provoca una experiencia que parte de una comprobación científica y se trastoca en hecho poético y en metáfora política. El mismo Grippo señala que: “partir de la energía de la materia para desarrollar una metáfora de la conciencia; para señalar que el cerebro, la inteligencia, es energía, y que esa energía puede mover el mundo, y que en la aceptación de esa energía están los compromisos y la libertad” (7).
Las siguientes piezas que componen la serie de las Analogías construyen un sistema de oposiciones: entre presentación/representación, naturaleza/artificio, lo cotidiano/lo suntuario, lo austero/lo lujoso, la función alimenticia/la carencia de función del arte en la sociedad burguesa. Las oposiciones producen una expansión de la conciencia del espectador, es decir, refuerzan el concepto motor de la obra: construir pensamiento analógico entre lo micro y lo macro, los fenómenos naturales y los sistemas sociales.
En agosto de 1977, con la muestra en el CAYC Conciencia de la energía, Grippo dio por concluida la serie. En esa ocasión volvió a disponer las papas en sus distintas variantes, e incluyó la pintura de una papa devenida en logo publicitario o ícono pop, que en clave irónica bien podría haberse titulado: “De cómo un vulgar tubérculo devino en arte”.Ana Longoni
El artista concibió la obra entre 1970 y 1971, y así dató las distintas materializaciones de la misma (se han rastreado siete) (2), que realizó con ligeras variaciones para diferentes circunstancias: una exposición determinada o bien su inclusión en una colección, como es el caso que aquí nos atañe. Esas materializaciones múltiples van en detrimento del mito de la “originalidad” y la “unicidad” de la obra de arte. Esta historia compleja permite vislumbrar la apuesta crítica de Grippo para quien la obra radicaba claramente en el concepto. En la realización aquí consignada se mantienen las cuarenta celdas divididas en dos sectores de cinco columnas y cuatro filas cada uno. En el centro se ubica el voltímetro, igual que en la primera realización de la obra (seguramente destruida), aunque se agrega el texto titulado “Analogía I” en el que –de nuevo en dos columnas– se contrastan las acepciones de papa y conciencia. Otra de las materializaciones (seguramente la segunda, que también se conserva en el MNBA bajo el inv. 8040, donada por el artista en 1975) es más pequeña aunque la disposición general es la misma: tiene solo 24 casilleros también divididos en dos columnas. Dos realizaciones más de la obra han sido incorporadas a colecciones privadas extranjeras. La Fundación Víctor Grippo de Arte y Cultura conserva por su parte una copia de exhibición, y Nidia Olmos, viuda de Grippo, otra más, esta con el texto y el título en inglés (preparada así para su itinerancia europea), en la que el voltímetro se ubica en el lateral izquierdo y el texto en el derecho.
Luego de su primera exposición en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Analogía I fue parte, en el mismo año 1971, del frustrado envío que Jorge Glusberg promovió a la XI Bienal de San Pablo, finalmente suspendido ante las protestas internacionales contra la dictadura brasileña.
En 1977, Grippo reelabora la obra con un formato y una disposición radicalmente distinta, y la titula Analogía I. Segunda versión: cubre una mesa y una silla con una montaña de papas conectadas por cables a un voltímetro. Al reemplazar de este modo el tablero con celdas, la disposición de las papas elude cualquier formalismo y –dada la mayor cantidad de tubérculos– la comprobación científica del caudal de energía resulta mucho más evidente. Este nuevo formato se exhibe en varias ocasiones, en algunas de las cuales el artista agrega una pequeña tarima de base y un mantel de tela blanca. La “segunda versión” integró el envío argentino que recibió el Gran Premio Itamaraty en la XIV Bienal de San Pablo de 1977.
Es a la experiencia del receptor donde apunta la analogía, que se concreta al constatarse la energía que guarda latente cada papa. Resulta incontrastable que la sumatoria del conjunto genera un caudal de corriente capaz de provocar una transformación. La ampliación de la conciencia no se restringe a la información (quizás ignorada previamente) de que (incluso) la papa produce energía. Más bien, señala Grippo, “lo que tiene que producirse es una modificación en la reflexión del espectador, ya que intento elevar el tono general de las cosas simples no abstractizándolas, sino jerarquizándolas” (3). Para lograrlo, no inviste de nuevos atributos (exóticos) al objeto cotidiano sino que visibiliza aquello que ya porta pero queda habitualmente oculto ante la mirada corriente: “Debemos reparar en lo que no se ve de ellos [los objetos cotidianos]. […] La materia prima está por todos lados, a la vista, y sin embargo descubrirlo es lo más precioso, porque se descubre la forma” (4).
Algunos autores, entre ellos Jorge Glusberg (5), señalan que la analogía entre la papa y la conciencia se sostiene en la equiparación entre el tubérculo y el cerebro (en cuanto órgano de la conciencia), lo que podría remitir a la tradición de las culturas andinas prehispánicas de ensayar en papas la operación de trepanar cráneos. Incluso, en dichas culturas la papa se representaba mediante figuras de arcilla con rasgos humanos. Elsa Flores Ballesteros lee en la elección de la papa –más allá de la cita al pasado precolombino– “la generación ‘pobre’ y simple de energía autosuficiente, la propuesta en clave de una liberación productiva del subcontinente impregnan la obra de Grippo de un regionalismo críticamente asumido” (6).
Analogía I provoca una experiencia que parte de una comprobación científica y se trastoca en hecho poético y en metáfora política. El mismo Grippo señala que: “partir de la energía de la materia para desarrollar una metáfora de la conciencia; para señalar que el cerebro, la inteligencia, es energía, y que esa energía puede mover el mundo, y que en la aceptación de esa energía están los compromisos y la libertad” (7).
Las siguientes piezas que componen la serie de las Analogías construyen un sistema de oposiciones: entre presentación/representación, naturaleza/artificio, lo cotidiano/lo suntuario, lo austero/lo lujoso, la función alimenticia/la carencia de función del arte en la sociedad burguesa. Las oposiciones producen una expansión de la conciencia del espectador, es decir, refuerzan el concepto motor de la obra: construir pensamiento analógico entre lo micro y lo macro, los fenómenos naturales y los sistemas sociales.
En agosto de 1977, con la muestra en el CAYC Conciencia de la energía, Grippo dio por concluida la serie. En esa ocasión volvió a disponer las papas en sus distintas variantes, e incluyó la pintura de una papa devenida en logo publicitario o ícono pop, que en clave irónica bien podría haberse titulado: “De cómo un vulgar tubérculo devino en arte”.Ana Longoni
En este blog el 1 de diciembre de 2009.
ResponderEliminarLa energía de los alimentos, básicos para el funcionamiento del organismo humano, era importante señalarlo en una época muy politizada.Los artistas reaccionaron. ante las respuestas de tipo autoritario recibidos desde el Estado a través de las dictaduras, La idea de la intervención del arte en los "circuitos ideológicos", cuajó en Argentina, y también en Brasil. En Europa y Estados Unidos, con la liberación de la mujer y el antirracismo-Propuestas de un arte conceptual político e ideológico.
ResponderEliminarLa analogía de Víctor Grippo, puede vincularse con la obra de Hans Haacke, en el punto en que este artista con investigaciones previas de los sistemas naturales; desvió luego su atención a los sistemas económicos, en este caso un grupo humano empobrecido a causa de especuladores inmobiliarios que poseía la mayor concentracióm de los terrenos de una zona. Trabajó con mapas y fotografía. Su primera exposición en el Museo Guggenheim fue clausurada seis semanas antes de su inauguración. Tocaba intereses muy poderososos.
Hans Haacke, artista alemán, nacido en Colonia. Emigró a Nueva York en 1965.
ResponderEliminarReferencia:Peter Osborne, Arte Conceptual-Phaidon, 2006