Lo que los mosaicos romanos revelan sobre el arte antiguo Mosaico de Bailarines Báquicos, Hatay, Turquía. Tiempo estimado de lectura: 6 minutos • Última actualización: 02.20.19 Los mosaicos romanos se componen de imágenes geométricas y de figuras creadas por arreglos de pequeñas piezas de piedra y vidrio. Las formas más tempranas de mosaicos grecorromanos fueron concebidas en Grecia a fines del siglo V aC Aunque los griegos refinaron el arte de los mosaicos figurativos incrustando guijarros en el mortero, los romanos ampliaron esta técnica establecida, usando teselas, cubos de piedra, cerámica, o vidrio: para formar diseños intrincados y coloridos. Hoy en día, estas obras ofrecen una imagen vívida de la antigua vida romana; un vistazo a las actividades cotidianas de una antigua civilización que incluyó concursos de gladiadores, deportes y agricultura, al mismo tiempo que sirve como documentación de artículos cotidianos com...
Por Eduardo Febbro Desde París
ResponderEliminarUn enigma histórico que mantuvo a Francia en vilo durante varios siglos quedó resuelto ayer gracias al análisis genético de fragmentos del corazón de un niño fallecido el 8 de junio de 1795 en la cárcel del Temple de París. Durante más de dos siglos, los historiadores debatieron con una pasión siempre renovada si ese niño era o no el hijo de Luis XVI y María Antonieta. Ochocientos libros y centenares de tesis no lograron nunca elucidar el misterio. Pero ayer, el examen del ADN presente en el trozo de corazón aclaró el misterio: el joven que había pasado tres años preso en la cárcel del Temple era efectivamente Luis XVII. Como había ocurrido antes con la identificación del zar de Rusia Nicolás II, la ciencia aportó la última palabra sobre una incertidumbre histórica en cuyo telón de fondo persiste otra ruda polémica entre descendientes antagónicos.
Las peripecias del examen de ADN son simplísimas al lado de los incontables avatares de la historia que rodean al niño de 10 años muerto en 1795. Louis Charles de France, el segundo hijo de Luis XVI y María Antonieta, nació en 1785 y tras ser Duque de Normandía se convirtió en el heredero al trono luego de la muerte de su medio hermano en 1789. Pero la revolución francesa iba a cambiar la línea recta de la descendencia monárquica. En 1792, cuando los revolucionarios tomaron el castillo de las Tullerías, Luis Charles de France fue internado en el Temple junto a su padre, su madre, su hermana y su tía. Con la ejecución de Luis XVI el 21 de mayo de 1793, el niño se convirtió en rey por derecho y así fue reconocido por los realistas, que lo nombraron Luis XVII. Pero Luis Charles de France murió, al igual que su hermano, de tuberculosis en la cárcel del Temple. El doctor Phillippe-Jean Pelletan, que practicó la autopsia, aprovechó la ocasión para “robar” el corazón, que fue conservado en alcohol y se momificó, pero siguió latiendo con los temblores de la historia.
En 1828 el corazón apareció en la Basílica de París, de donde iba a desaparecer tras el saqueo de la basílica por los revolucionarios de 1830. El hijo del médico lo recuperó de la hecatombe y el corazón pasó de mano en mano y de país en país hasta que, por fin, en 1975, llegó a la Basílica de Saint Denis, que es la necrópolis de los reyes de Francia. En el medio no faltaron los falsificadores, los mentirosos y los oportunistas que pretendieron ser el hijo legítimo de Louis XVI. Un tal Naundorff logró incluso hacerse pasar durante cierto tiempo por el hijo auténtico, pero un examen similar hecho hace dos años demostró que se había tratado de un falso heredero.
Para aclarar definitivamente el misterio, que sin embargo no cierra la discusión, la ciencia recurrió a un vasto operativo genético comparando varias fuentes diferentes. Además de los dos trozos del corazón depositado en la basílica de Saint Denis, los especialistas llevaron a cabo exámenes comparativos en los cabellos de María Antonieta, en los de sus dos hermanas y en varios descendientes vivos: la princesa Ana de Rumania y su hermano André Bourbon–Parme. El resultado no dejó lugar a la ambigüedad: en primer lugar, las secuencias de ADN estudiadas en los descendientes son idénticas a las de María Antonieta: en segundo, una variante del ADN del corazón del niño fue encontrada igualmente en los descendientes actuales de los Habsburgos, es decir, Ana de Rumania y André de Bourbon–Parme. El profesor de la universidad de Munich que participó en la identificación, Bernard Brinkman, afirmó que existía “un parentesco más que probable entre esas diferentes personas”. Con métodos simples la ciencia elucidó está interminable querella entre descendientes e historiadores. Como todo organismo vivo contiene ADN, basta con extraerlo para “interrogar” su identidad. (...)
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