viernes, 9 de junio de 2017

ED RUSCHA Y SUS LIBROS DE ARTISTA

Debo confesar que la primera vez que entré en la Documenta de Kassel aquel verano de 1972, no reparé en él. Sólo a la tercera o quizás la cuarta visita al recinto me pareció que un hombre quieto, frontero a la puerta, inmóvil y con sombrero negro, no era del todo coherente en aquel ambiente. Avanzaba junio con un clima fresco, seco, luminoso y masas del mundo entero habían acudido a aquella feria de la Alemania septentrional con el ánimo festivo tan propio de la época. Mucho beatnik, mucho flower people, mucho hippy, aunque también refinadas comisarias neoyorquinas, ambiguos entendidos franceses, feroces críticos alemanes, atildados profesores italianos y algunos sobrios españoles, como nosotros, vestidos a la usanza de Castrillo de los Lodazales. Ninguno de los allí presentes sabía que aquella iba a ser la capilla ardiente del Arte.
La Documenta de Kassel de 1972 enterró la pintura como madre de la representación visual
El arte conceptual se disfrazó de Wittgenstein para enterrar el Arte
Cuando por fin me percaté de que el insólito individuo plantado e inmóvil ante la puerta del recinto estaba allí día tras día por alguna causa inteligible, ya era tarde: teníamos que regresar. De todos modos el viaje nos había embriagado hasta hacernos perder la cabeza. En la celebérrima Documenta 5 de Kassel, dirigida por Harald Szeemann, se enterró la herencia romántica cuya primera fosa había cavado Duchamp medio siglo antes. Allí se convirtió en opinión pública la agonía de las vanguardias y la adolescencia del vídeo, de la performance, del happening, del conceptual, del minimal, del land art, de todo lo que se hacía en América y que hasta aquel momento sólo habían negociado un manojo de profesionales europeos. Allí el Arte abandonó la tradición que de Goya a Rothko no había variado en nada realmente esencial. Allí se enterró la pintura como madre de todas las representaciones visuales.
La Documenta 5 del año 1972 tuvo, sobre todo, una influencia colosal en la filosofía. A partir de aquel año fue ya imposible orientarse en el arte actual sin haber seguido cursos de filosofía y sólo los filósofos analíticos pudieron hacer carrera sin haber cursado seminarios sobre Art-Language. Hoy los cursan también los analíticos. Dominó la feria autoritariamente el arte conceptual, ya muy poco apoyado sobre el objeto material, pura visualización de ideas y juicios a veces crudamente moralistas como los montajes de Hans Haake, a veces de un lirismo sutil como los de On Kawara. El arte conceptual se disfrazó de Wittgenstein para enterrar el Arte. Así se abrieron las artes de estos últimos 30 años a la trivialidad, las repeticiones, plagios, revisitaciones, manierismos, revivals, remakes, pies de página de lo que se vivió en Kassel. No ha aparecido después nada con verdadera fuerza artística: "Hay un montón de arte por todas partes, pero ningún artista", profetizó Duchamp. Y como 30 años de repeticiones y comentarios son puro helenismo, podemos descansar en paz: ya no hay que ocuparse del Arte si uno no vive de la política. Desde entonces el espectáculo de lo comercialmente artístico es asaz divertido, aunque tantas veces lo comercial coincide con lo comprometido y solidario, y entonces es de una corrección tediosa, desoladora.(...)
elpais.com/2009

1 comentario:

  1. (...)Ruscha, de 75 años, no lee en un Kindle ni en un iPad. "Ni siquiera uso computadora", dijo sin ningún tipo de remordimiento. "Todos los días, me doy cuenta de lo alejado que estoy del mundo de la tecnología. Tampoco soy un gran lector, pero amo los libros, lo que son como objeto físico".

    Ruscha, que vive en Los Ángeles, ha producido montones de libros, en su mayoría relacionados con otras visiones de la vida cotidiana, como piscinas, estacionamientos y palmeras.

    Alejado de la noción elitista del "livre d’artiste" ­las ediciones de lujo limitadas que son colaboraciones entre artistas y editoriales privadas- reinventó el género como algo barato, accesible y fácil de producir.

    Estos libros se han convertido en la piedra angular del Arte Conceptual y sirven de inspiración a una nueva generación de artistas que crecieron con las computadoras y el Photoshop.

    Algunos de sus homenajes conforman "Books & Co"., una muestra que se inauguró el 5 de marzo en el espacio de la Gagosian Gallery en Madison Avenue. Incluye volúmenes de veteranos como Bruce Nauman y los arquitectos de Filadelfia Denise Scott Brown, Steven Izenour y Robert Venturi, además de artistas más jóvenes como Dan Colen, Jonathan Monk y Tom Sachs.

    Los temas abordados son maníes, bizcochos, basura, clubes de strippers, erecciones incluso.

    Un libro, del artista sueco Chris Svensson, se llama "Estudios y casas habitados por Ed Ruscha".

    "Algunos son muy literales", dijo Bob Monk, director de la galería, refiriéndose a la muestra. "Otros son mayormente de exploración y toman los libros de Ed como una plantilla".

    En la actualidad, la historia puede parecer anticuada, pero hace 50 años Ruscha vio la creación de libros como una forma barata de llevar su trabajo al público.

    Parecería haber, en este momento, cierta reacción contra el universo digital, ya que los artistas están adoptando nuevamente la idea de los libros de artista pese a la proliferación de los dispositivos de lectura electrónicos.

    "La calidad de las imágenes en Internet es deplorable", dijo Monk, un británico que vive en Berlín. "Y la impresión en la actualidad se ha vuelto en realidad más barata".

    Tom Eccles, director del Centro de Estudios sobre Conservación en el Bard College de Annandale-onHudson, de Nueva York, considera que "La gente sigue queriendo una relación material con el objeto real".(...)

    en este blog el 21 de agosto de 2014

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